miércoles, 19 de enero de 2011

Segundo capítulo: Jorge (primera parte)

Aunque ella le llamaba Jorge era todo por una broma, su verdadero nombre era George Brighton, y como su nombre indicaba era inglés. Pertenecía a una de las familias más adineradas y con más prestigio de Londres y como todos ellos él también era abogado. Lo conoció hace 2 años pero esa no fue la primera vez que lo vio.
    Hacía dos meses que Paula había llegado a Londres, y ese día fue el primero que salió del apartamento sin que ninguna necesidad básica la obligara. Vivía en un pequeño y sucio piso que estaba en una callejuela cortada, donde había alquilado una habitación amueblada con una cama, una mesa y una silla. Compartía piso con  dos chicas que parecían vivir de las drogas, Sam y Eff, pero aquello no le importaba ya que el precio era muy económico.
    Aquella noche estirada en su cama como cada noche, mirando como la pintura saltaba del techo cuando Eff llamó a su puerta.

- ¿Paula puedo pasar?- Era excesivamente delgada, y aunque llevaba el pelo tan corto que dudaba si se lo rapaba y varios piercings en la cara seguía siendo extremadamente guapa – Sam y yo vamos a salir a tomar algo, ¿Te apuntas?

-  No gracias, creo que por eta vez paso, estoy cansada – intentó simular un bostezo pero fue peor.

-  Oye no se qué  te ha pasado ni porque te pasas los días encerrada en este cuchitril, pero ya estoy harta, tengo la intuición que puedes llegar a ser interesante así que le levántate – Dicho esto abrió su armario, cogió algunas prendas de ropa y la obligó a levantarse.

 Cuando salió a la calle se sorprendió con el movimiento nocturno de Londres, llevaba tiempo viviendo allí pero nunca había salido de noche, pero eso no la animó. Lo que Sam y Eff entendían por tomar algo a Paula le pareció algo un poco más fuerte. Caminaron unos diez minutos, era noviembre, el ambiente estaba helado y empezaba a pasar frío. Se detuvieron ante una puertecilla metálica pintada de negro, Sam la empujo y la puerta se abrió. Bajaron por una escaleras por donde solo podía pasar una persona a la vez y cuando bajaron Paula se quedó boquiabierta, ante si había una gran sala llena de gente, aun así el lugar no había perdido su toque lúgubre. Eff fue a buscar 3 cervezas y se sentaron en una mesa.
    A partir de ese momento la noche se convirtió en un recuerdo borroso y caótico. Sus compañeras de piso no solo basaban sus ingresos en las drogas, también vivían por ellas, y como Paula necesitaba evadirse y autodestruirse al mismo nivel les siguió el ritmo. La gente entraba y salía de aquel sitio sin parar y cada vez había más personas sentadas a su alrededor. Hacia las tres de la mañana se dio cuenta que tenía un chico sentado enfrente que no paraba de mirarla, aunque no quería saber nada relaciones de cualquier tipo pero podía apreciar que era bastante guapo. Una media hora después se levanto para ir al baño y la siguió, la abordó por detrás y   entraron en el pequeño cubículo.
    Cuando salió no sabía cuánto tiempo llevaba en el lavabo montándoselo con aquel tío del cual no sabía ni el nombre pero en el bar solo quedaban un par de personas y seguro que llevaban rato oyéndolos pero le daba igual. Cuando él salió del lavabo con una sonrisa triunfal saludó a los ocupantes del bar, que resultaron ser sus amigos.  Subió las pequeñas escaleras lentamente ya que el subidón de las drogas había desaparecido y se sentía derrotada. Cuando salió al exterior estaba empezando a amanecer y se dispuso a conseguir un taxi. El reloj siguió avanzando pero no apareció ningún taxi y cansada de esperar se sentó en el borde de la acera. Llevaba puestas unas botas de punta redonda grises, una falta de tubo con unas medias gordas y un jersey de hilo pero se estaba muriendo de frío. Cuándo ya había desistido y se acomodó en la calzada un coche paró frente a ella, era un coche muy elegante y lo conducía un chofer, de él se bajó un chico muy bien vestido, con el pelo engominado hacia un lado y una sonrisa que mostraba una dentadura perfecta. Parecía demasiado reluciente en aquella calle tan sucia, como si no perteneciera a ese mundo.

- ¿Necesita ayuda señorita? – Aunque no parecía mucho mayor que ella hablaba de una manera bastante anticuada, ya que ninguna persona de su edad se hubiese dirigido a ella de usted ni como señorita.

- Estoy bien, déjame en paz – Automáticamente después de haber sido tan grosera se arrepintió, pero se levantó y empezó a andar marchándose de allí y dejando al inmaculado chico en medio de la calzada.

3 comentarios:

  1. ¡Me estoy enganchando a la historia! Me gusta, ya tengo ganas del siguiente capítulo :)

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  2. La historia pinta bien, sencilla y fresca, esperaré el siguiente capitulo.

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  3. Hola! Te he conocido por el Forodeliteratura y tengo que decirte que me está gustando tu libro.
    Sigue así!!

    www.tusfrasesdeamor.com

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